Comentario
La referencia a los hospitales medievales crea una cierta confusión en nuestros días, pues estamos acostumbrados a entender estos establecimientos como lugares destinados a la asistencia sanitaria. Como indica claramente su nombre, hospital es el lugar de acogida, donde tendrían albergue y alimento los necesitados y viajeros. A lo largo de la Edad Media la función y el aspecto de estos "hospicios" irá cambiando hasta convertirse, hacia 1500, en dos tipos de instituciones cada vez mejor diferenciadas: el albergue de pobres y peregrinos y la enfermería para los enfermos.
Un largo recorrido como el del Camino de Santiago debía estar jalonado por una serie de albergues, hospicios y hospitales que atendiesen las necesidades básicas: agua, comida y cama de los cansados y, la mayoría de las veces, enfermos peregrinos.
En un principio eran edificios modestos que no se diferenciaban de una simple estructura doméstica pero, a comienzos del siglo XIII, ya se empiezan a levantar hospitales de grandes dimensiones. Éstos eran reconocidos por los peregrinos por las señales colocadas en sus puertas y fachadas, tales como cruces, conchas o veneras, etcétera. En San Salvador de Ibañeta (Navarra) se ordena poner una campana y que el ermitaño "taña desde que anochezca hasta una hora antes de la noche, cada día, para guía de los caminantes y pelerinos que en los dichos montes les anocheciere, lo qual haga en todo el año", siéndoles de gran ayuda para orientarse en las tormentas o nevadas.
En ellos se les ofrecía un mínimo de atenciones consistentes en lecho, sal, agua y lumbre para una noche. Los más importantes acogían al viajero hasta dos y tres días, dándoles comida abundante, baño de pies y cabeza e, incluso, contaban con asistentes políglotas para atender a los viajeros extranjeros. Para evitar abusos, en las grandes ciudades se optó por marcarles los bordones para que no rebasasen el número de días reglamentados que podían residir. El clérigo boloñés Domenico Laffi, que peregrinó durante el siglo XVII en tres ocasiones a Santiago, refiere así su paso por el de San Marcos de León: "Segnano il Bordone come fanno ancora in Burgos". De la misma manera, en las Ordenanzas de 1524 del Real Hospital de Santiago se especifica que se les señala así para que su estancia no exceda de cinco noches en invierno y tres en verano.
Si los peregrinos fallecían era también deber de los hospitales hacerles un entierro con toda solemnidad y darles sepultura en iglesias y cementerios, algunas veces hechos exclusivamente en su beneficio. Uno de los ejemplos más significativos es el carnario de Roncesvalles, en la capilla del Sancti Spiritus llamado también Silo de Carlomagno, o el cementerio que hay junto a la capilla de San Amaro (Burgos), que lo fue para los acogidos en el Hospital del Rey que no resistieron el viaje, así como la iglesia del Santo Sepulcro (León), construida para sepultar peregrinos por mandato de Doña Urraca. El peregrino, por su parte, podía dejar sus bienes, o parte de ellos, al centro que lo había acogido en los momentos finales de su vida; los hospitales principales tenían escribanos destinados a la redacción de su testamento.
A lo largo de la Edad Media fueron diversos los estamentos sociales que intervinieron en la fundación de hospitales, siendo las órdenes monásticas las que se consideran como las máximas impulsoras en la asistencia hospitalaria. Unas veces éstos se ubican en edificios del propio monasterio o en construcciones próximas y otras eran hospitales que dependían de la abadía, pero situados en lugares alejados.
La Orden monástica que regentó un mayor número de centros en el Camino de Santiago fue la de los monjes negros de San Benito. Los tenemos en Leyre e Irache (Navarra), Carrión de los Condes (Palencia), destacando sobre todos ellos el de Sahagún (León). Con la reforma cisterciense, los llamados monjes blancos se hacen cargo de algunos monasterios de la antigua observancia benedictina y también de sus hospitales, aunque en ciertas ocasiones hacen sus propias fundaciones y, al parecer, sus hospedajes fueron mejores que los de otras órdenes.
Uno de los ejemplos es el de Valdefuentes (Burgos) del que permanece en pie la cabecera de la iglesia. Igualmente, tuvieron especial significación algunos hospitales regentados por los Canónigos Regulares de San Agustín, como son el de Roncesvalles y el de Santa Cristina de Somport, puntos de partida de las dos vías principales del Camino de Santiago, en Navarra y Aragón, respectivamente, así como el hospital de San Marcos de León antes de ser cedido a los santiaguistas o el de San Juan de Ortega (Burgos) que lo fue hasta el siglo XV, momento en que llegaron los monjes jerónimos.
Los Premonstratenses también mantuvieron establecimientos hospitalarios en Urdax (Navarra), en Fuente Cerezo, junto a Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), y en San Cristóbal de Ibeas (Burgos). La orden de los Antonianos se dedicó al cuidado de los leprosos y en la provincia de Burgos tenemos la malateria de San Lázaro, cerca de Hornillos del Camino, y el de San Antón en las proximidades de Castrojeriz. Por último, la orden franciscana también prestó auxilio hospitalario a los peregrinos, aunque en forma de limosnas o repartiendo ropa y comida.
Entre los hospitales de origen episcopal, los más destacados son, junto a los varios de León, el antiguo hospital de Santiago, fundado y dotado por el obispo Gelmírez, situado frente a la Puerta de la Azabachería, en un solar que había entre la catedral y el monasterio de San Martín, cuyo destino era dar asilo a todos los peregrinos pobres que iban a visitar el Sepulcro del Apóstol, y el de Pamplona, fundado por el obispo Pedro de Roda, ubicado frente a la puerta de la catedral.
Asimismo, las Órdenes Militares jugaron un papel importante en la asistencia hospitalaria. La del Temple es la primera que practicó la hospitalidad en lugares como Puente la Reina (Navarra), Villalcázar de Sirga y Carrión de los Condes (Palencia), Rabanal del Camino y Ponferrada (León). La Orden de San Juan de Jerusalén poseyó un gran número de hospitales, unos de fundación propia y otros heredados de los Templarios, como los de Cizur Menor y el del Crucifijo de Puente la Reina (Navarra); el de San Juan de Acre, junto a Navarrete (La Rioja); Belorado y Hornillos del Camino (Burgos); Itero de la Vega y Población de Campos (Palencia); Hospital de Órbigo (León); Portomarín (Lugo), etcétera.
Menos numerosos fueron los correspondientes a la Orden del Santo Sepulcro, ya que sólo tenemos noticias del de Villarroya (La Rioja). La de Santiago fue, entre las órdenes militares españolas, la que mayor esfuerzo dedicó a la hospitalidad en el Camino, con establecimientos como el de Santa María de las Tiendas, Santa María de Villamartín y el de Villalcázar de Sirga (Palencia); el de San Marcos (León), aunque no es fundación suya, pues hacía tiempo que existía cuando les fue cedido, pero que administró durante siglos como el de Santiago de Compostela.
En cuanto a los hospitales de fundación real no podemos precisar qué monarca fue el que inició las construcciones para peregrinos. Los primeros datos que poseemos son referentes a Ramiro III de León (961-985) y Estefanía de Navarra (s. XI), aunque no hay nada cierto hasta Alfonso VI de Castilla (1065-1109), uno de los principales promotores de dichos establecimientos, que edificó en Burgos el Hospital de San Juan, en el lugar que hoy ocupa la iglesia de San Lesmes, y el llamado Hospital del Emperador, que estaba situado fuera de la ciudad murada, frente a la parroquia de San Pedro. A finales del siglo XII, Alfonso VIII construye, también en Burgos, el Hospital del Rey. En el siglo XIV, doña Juana Manuel, esposa de Enrique II, funda el hospital de San Antonio Abad en Villafranca-Montes de Oca (Burgos) por lo que también se le conoce como Hospital de la Reina. Por último, en 1498, los Reyes Católicos fundan el Hospital de la Reina en Ponferrada (León) y en 1501 inician las obras del Hospital Real de Santiago de Compostela.
Dado el gran número de hospitales que se construye en la Ruta Jacobea, a continuación nos limitaremos a hacer una breve referencia de los más significativos en cuanto a restos materiales conservados.
El Gran Hospital de Roncesvalles, fundado por el obispo Sancho de Larrosa en 1127, con el apoyo de Alfonso I el Batallador, para acoger a los caminantes, tuvo su primera ubicación en el Alto de Ibañeta, siendo trasladado en 1132 al lugar que hoy ocupa la Real Colegiata. En él los peregrinos recibían todo tipo de atenciones según nos narra un poema del siglo XIII, donde se decía que la asistencia estaba abierta a cristianos y paganos, judíos y herejes, pobres y ricos. Se bañaba a los caminantes y se les reparaba el calzado; los enfermos, atendidos con mayores cuidados y mejores productos, sólo abandonaban el hospital cuando habían curado y reposaban en lechos blandos y limpios, servidos por mujeres bellas y honestas.
En dos casas diferentes se albergaban hombres y mujeres y una capilla-osario daba sepultura a los fallecidos en la peregrinación. En el lado suroeste de las dependencias colegiales se levanta un edificio llamado Itzandeguia, recientemente restaurado, que adquiere un interés especial por su estructura: una gran nave dividida por arcos diafragma y contrafuertes al exterior. Este hospital de peregrinos, fechado a comienzos del siglo XIII, sirvió de modelo para los demás centros hospitalarios dependientes de Roncesvalles en territorio navarro.
Particular interés ofrece el Hospital de Peregrinos de Santo Domingo de la Calzada, ubicado en la plaza ante la catedral y hoy transformado en Parador de Turismo. A santo Domingo se le debe la fundación de un hospital del que nada queda. De lo que fueron las dependencias hospitalarias bajomedievales se conserva la puerta de ingreso, en arco ligeramente apuntado, y una planta basilical de tres naves divididas por arcos que voltean sobre pilares de sección octogonal. Por dicha disposición, si nos atenemos a las analogías con el Real de Burgos, no es aventurado pensar que éste de la Calzada tuviese, en origen, una única planta como el burgalés y los demás hospitales de planta basilical.
Prosiguiendo el Camino llegamos al conjunto hospitalario creado por san Juan de Ortega, discípulo de santo Domingo de la Calzada. Lo que se conserva en la actualidad es la construcción que los discípulos del santo levantaron en su memoria, sobre el hospital e iglesia que fundó este santo. La parte más interesante es un claustro cuadrado, realizado en torno a 1500, de casi 10 m de lado, de dos pisos correspondiente al patio del hospital. El patio era una de las partes fundamentales de los pequeños hospitales del Camino, que servía para articular en su entorno los dos dormitorios comunes, el de hombres y el de mujeres, así como el refectorio.
La importancia de Burgos en la Edad Media permitió ofrecer una gran asistencia hospitalaria a los pobres y peregrinos que pasaban por allí. El Hospital del Rey, se debe a una fundación de Alfonso VIII, en 1195, que desde 1212 estaba bajo la jurisdicción de la abadesa de Las Huelgas. En época de Alfonso X se había convertido en un gran centro de peregrinos y este monarca recordaba el espíritu constructor de sus antecesores con estos versos, en una estrofa de las Cantigas:
"Et pis tornous a Castela/ De sí en Burgos moraba;/ E un Hospital facía/ El, e su moller labraba/ O monasterio das Olgas".
A fines del siglo XV el hospital disponía de ochenta camas, lo que le hacía ser uno de los más importantes del recorrido. Era de planta rectangular, muy alargada, con tres naves separadas por pilares octogonales y en la central arcos fajones atirantados por vigas de madera, cuyos extremos salían de las bocas de animales monstruosos de yeso (de ellos hoy se conserva algún resto en el monasterio de Las Huelgas) y un altar al fondo de esta nave. Todos estos son elementos inconfundibles de un hospital del siglo XIII: las naves laterales para los lechos; la central, más alta, para la ventilación y el altar del fondo para decir la Misa que los enfermos veían desde las camas. Edificaciones de diversas épocas fueron sustituyendo las primitivas y, actualmente, algunos de los restos principales del viejo hospital han sido reutilizados para instalaciones universitarias. Entre ellos todavía se pueden ver los pilares octogonales de piedra con capitel liso a los que, en el siglo XIV, se debieron poner unas decoraciones de estuco con escudos de castillos y leones.
La ciudad de León proporciona al peregrino una buena asistencia hospitalaria. De todos los centros el más famoso es el de San Marcos. Su fundación se debe a la reina Doña Sancha quien, en 1152, mandó edificar una iglesia y un hospital. Éste se alzaba en lo que hoy es la plaza de San Marcos, lugar que ocupó hasta el siglo XVIII, cuando se edificó uno nuevo, junto a la iglesia, que en la actualidad es la sede del Procurador del Común. La fábrica medieval constaba de dos pisos en los que se disponían, en el bajo, el dormitorio para hombres con doce camas en recuerdo de los Apóstoles, una capilla y la estancia del hospitalero; el superior, estaba destinado a dormitorio de las mujeres con el ropero y los servicios.
La organización hospitalaria que el cabildo compostelano hiciera en favor de los peregrinos residía en el hospital que Gelmírez levantó frente a la puerta de la Azabachería. En 1490 se emprendieron obras de reforma y ampliación, a pesar de las cuales faltaba sitio para los peregrinos enfermos. Ante tal necesidad los Reyes Católicos decidieron edificar a su costa y dotar ampliamente un hospital.
En lenguaje propio del tránsito del Gótico al Renacimiento, y como algo excepcional entre los hospitales de peregrinos españoles que conocemos, se levantó el Hospital Real de Santiago de Compostela, para lo que los monarcas dispusieron en 1499 que el deán de Santiago, Diego de Muros, procediera a su edificación. El tipo cruciforme, con más o menos variantes, es el característico de los hospitales construidos por Enrique Egas que, como Maestro Mayor de los Reyes Católicos, fue el autor del proyecto. Dichas obras se inician en 1501 y, aunque en 1509 estaba en disposición de recibir enfermos, hasta 1511 no se concluyó y, aún así, no del todo. Su lento proceso constructivo hizo que el proyecto de Egas sólo se ejecutara en parte, es decir, tres brazos de la cruz en cuyos lados se articularon los dos primeros patios, siendo en el siglo XVIII cuando se llevaron a cabo los otros dos.
El Hospital Real de Santiago, como establecimiento hospitalario, mereció siempre los mayores elogios de cronistas y viajeros, proclamándolo sin igual sobre la tierra y rival de los más primorosos de la cristiandad. La importancia del monumento lo ha convertido en el paradigma por el que se guiarán todos los proyectos hospitalarios a partir del siglo XV.
No obstante, hay que pensar que estos grandes hospitales son una excepción dentro de la arquitectura hospitalaria. Los hospitales del Camino de Santiago, construidos en épocas diferentes, correspondían a diversos estilos y variaban su traza y disposición. Por lo cual tendríamos que referirnos, fundamentalmente, a modestas estructuras que, salvo las citadas excepciones, no sobrepasaron lo que podríamos definir como una arquitectura doméstica. Por todo ello, hemos de desechar la idea de la existencia de una arquitectura hospitalaria del Camino.